domingo, mayo 15, 2005

Libertad



"Calígula- Entonces hay dos clases de felicidad y yo he elegido la de los asesinos. Pues soy feliz. Hubo un tiempo en el que creí haber llegado al límite del dolor. Pues bien, no, todavía es posible ir más lejos. En el confín de esta comarca hay una felicidad estéril y magnífica. (Cesonia se vuelve hacia él.) Me río, Cesonia, cuando pienso que durante varios años Roma entera evitó pronunciar el nombre de Drusila. Pues Roma se equivocó durante esos años. El amor no me basta: eso es lo que comprendí entonces. Es lo que comprendo también hoy, al mirarte. Amar a una persona es aceptar envejecer con ella. Yo no soy capaz de este amor. Drusila vieja era mucho peor que Drusila muerta. Suele creerse que un hombre sufre porque la persona a quien amaba muere un día. Pero su verdadero sufrimiento es menos fútil: es advertir que tampoco la pena dura. Hasta el dolor carece de sentido. Ya ves, yo no tenía excusa; ni siquiera la sombra de un amor, ni la amargura de la melancolía. No tengo coartada. Pero hoy soy más libre que hace años, libre del recuerdo y de la ilusión. (Ríe apasionadamente.) ¡Sé que nada dura! ¡Saber esto! Sólo dos o tres en la historia hemos pasado por esta experiencia, hemos logrado esta felicidad demente. Cesonia, has seguido hasta el fin en una tragedia muy curiosa. Es hora ya de que caiga para ti el telón.
(Pasa de nuevo tras ella y desliza el antebrazo en torno al cuello de Cesonia.)"
Albert Camus, Calígula, Escena XIII, pág. 109-110